Rutina de Vida Postmodernista

De todo y de nada.

martes, agosto 03, 2004

Una tarde de desenfreno

Entré a ese sitio con mis deseos carnales a flor de piel. Mis impulsos me habían llevado incontrolablemente al salir del cine a caminar las casi 12 cuadras que me separaban de ese palacio de los excesos, lugar de culto desenfrenado al hedonismo y la indulgencia de los placeres sensuales.

Al ingresar pude observar como estaban colocadas frente a mi. Se podría decir que modelaban sus cualidades para que las eligiera por encima de la próxima. En verdad tendría que favorecer alguna, ningún hombre sobre esta tierra puede con todas de una sola vez. Y yo, muy a pesar de las ilusiones que he tenido sobre mis reales capacidades, acepto no ser la excepción.

Me abalancé sobre ellas, como león de coliseo sobre indenfensos cristianos. ¿Resistencia? No la opusieron. Como habrían de hacerlo si se encontraban ahí con el objeto de satisfacerme. Una a una, fui saboreando las delicias que me ofrecían. ¡Y qué delicias! Algunas más fuertes y firmes, otrás tiernas y suaves, pero todas proveyendo los mismos efectos de deleite y complacencia en todo mi ser.

Así proseguí por más de una hora regodeandome en medio de tanta molicie, hasta que finalmente arribé al hartazgo, y mi cuerpo enteró gritó ¡Basta! El esfuerzo realizado hubo de producir consecuencias. Con gran dificultad, me paré en dirección al baño del establecimiento. Realizando un inmenso sacrificio, por el estado de virtual inmovilidad que me embargaba, logré ingresar. Necesitaba asearme, y así borrar todas las huellas de mi pecado capital. Salí, pagué y me retiré, tambaleándome hasta tomar un taxi que me llevaría a mi departamento, donde finalmente caería tumbado sobre mi lecho.

Este es el recuento de mi visita la semana pasada al restaurant tenedor libre(buffet) La Bistecca.

Chao

|