Rutina de Vida Postmodernista

De todo y de nada.

miércoles, abril 27, 2005

Domingo a la Noche

12:01 am, me encuentro saliendo de Marini, Comida Internacional. Contento por la intensa experiencia gastronómica que acabo de vivir me dirijo junto a Tucán, quien se encuentra de visita en Buenos Aires, hacia la parada más próxima de la línea 29. El frío me congela hasta los tuétanos, y mi acompañante "ameniza" la larga espera con sus constantes tosidos y demás incómodos sonidos que su estado gripal lo lleva a emitir, en sus ansias por aliviar un poco su malestar.

Por si fuera poco, sé ya de sobra que los colectivos de la línea 29 no se caracterizan precisamente por su puntualidad, sino por el contrario, pasan tarde y peor aun, muchas veces uno tras el otro. Varias veces he conversado este tema y mis interlocutores usualmente atribuyen esta impresión a mi subjetividad. Les repito, el maldito 29 es el bus más desastroso de los que usualmente utilizo, basta compararlo con otros que mientras aguardo a este pasan varias veces al frente mío, como burlándose de mi desdichosa espera. Si a esto agregamos que luego de las 11 de la noche la frecuencia con que parten de su terminal para realizar el recorrido se reduce podrán entender que si al momento en que me planto en la parada el bus recién se fue, me toca una media hora larga, a lo menos.

12:38 am. Dicho y hecho, a lo lejos veo finalmente la forma del omnibus y puedo reconocer borrosamente los números 2 y 9 y la palabra Olivos. "Ahí viene", le digo a Tucán. En ese preciso instante en que me preparo para dejar la vereda y alzar el brazo para pedirle la parada al chofer siento un impacto "seco" en la parte mas baja de mi parietal derecho, casi a la altura de la unión con el occipital.

Me doy vuelta todavía un poco despistado increpando Tucan. Supuse que me había dado uno de esos manotazos inofensivos en que la palma de la mano o las yemas de los dedos pasan peinando la cabeza de la víctima, azuzado por un repentino despertar de su sentido joditivo. Sin embargo, Tucán niega tajantemente cualquier participación. Dirijo mi vista entonces un poco más atrás, donde se encontraba otro tipo esperando el bus. Le comento a mi "amigo" que solo puede ser alguna jugarreta de aquel otro individuo; que me habrá golpeado o peor aun me habrá lanzado un escupitajo. Sé que suena paranoico pero no encuentro otra explicación al hecho. En ese mismo momento mientras me preparo para abordar al acusado, llevo la diestra mi cabeza, la observo y comprendo finalmente lo que ha sucedido. En efecto, en mi mano tengo una substancia húmeda, pero lejos de ser un escupitajo presenta todas las caracterísitcas de materia fecal aviar.

Encima de mi cabeza se encuentra la solución al enigma, un árbol entre cuyas ramas se esconde mi victimario.

Las manos las limpié como pude dentro del bus, a la vez que durante todo el trayecto mi cabeza sirvió de soporte a las restantes heces. Al menos entretuve al resto de los viajantes.

Al llegar a mi departamento pude finalmente asearme el cráneo y cabello. La temperatura en la TV: 8ºC, Sensación Térmica 7ºC.


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